
Es difícil definir lo que constituye la personalidad de alguien, aunque solemos calificar la personalidad de un individuo como agradable, fuerte, depresiva, etc. Al final, lo que en el fondo interesa son las «diferencias individuales», las distintas características por las que se distinguen una persona de otra, como por ejemplo el estilo propio de elaboración de la información; cognitivo frente a emocional, o el estilo propio en el autocontrol, autorrealización….
La personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e interpretamos la realidad en nuestra vida cotidiana. Este patrón característico de cada persona en la manera de pensar, sentir y actuar ante una determinada situación, nos hace ser únicos, nos distingue de los demás.
Temperamento y carácter, o lo que es lo mismo, herencia genética y aprendizaje componen nuestra personalidad. El temperamento (características propias con las que nacemos), se va modulando por medio del entorno (aprendizaje familiar, social, cultural) desde los primeros momentos, construyendo nuestro carácter, que sigue desarrollándose con el aprendizaje.
Lo más importante es saber que esas maneras de pensar, sentir y actuar tienen gran parte de aprendizaje y que, como todo aprendizaje, se puede actuar para poder modificar aquellos aspectos del comportamiento que son problemáticos.